14 Jul Querer no es suficiente. “Echarle ganas” tampoco.
Querer no es suficiente. “Echarle ganas” tampoco.
Hoy en día hay muchos que se dedican al famoso “coaching”, gente que al parecer te ayuda a que, poco a poco, con decisión y ánimo, alcances tus objetivos personales y profesionales, es decir, a que seas exitoso. Igualmente, mucho se ha dicho, y seguramente se dirá, respecto a los pasos que hay que dar para lograr cualquier cosa, entre ellos está ‘visualizarlo’, otro es que lo ‘desees fervientemente’, es decir, querer.
Pero, hoy me atrevo de dedicar unas líneas a cuatros palabras que pocas veces se mencionan en conjunto: Querer, Saber, Osar y Callar, y en ese orden. Así es como podemos enlistar una serie de frases muy interesantes, como “quiero la paz para el mundo”, o “quiero ser millonario”, o “quiero acabar con el hambre”, en fin, una serie de buenos pensamientos o ideas, que en muchas ocasiones “se quedan en el tintero”, ¿por qué? Esa es la intención de éstas líneas. Veamos lo siguiente: “Querer” viene del latín “quaerere” que significa ‘buscar’, ‘inquirir’, ‘pedir’. Y, valga la reflexión, quizá lógica para unos, para otros hasta tonta, pero como reflexión nunca está de más, “buscar” no es sinónimo de “tener”, no es sinónimo de “encontrar”; es decir, si yo “quiero acabar con el hambre”, o “quiero ser millonario”, en estricto sentido solo estoy “buscando” dicha idea, lo cual no es sinónimo de lograrlo, pero como “la intención es lo que cuenta” pareciera que nos basta con ello y al paso del tiempo inician los “si hubiera”. “Querer” no es suficiente, hay que hacer las cosas, pero en orden, hacerlas sin preparación es como aventarnos al océano sin salvavidas y sin saber nadar. Por eso es que podrás intentar muchas cosas, claro, porque quieres, porque lo deseas, pero si no te preparas, si no estudias, si no aprendes las técnicas requeridas, simplemente aumentan las probabilidades del fracaso, habrá quien sí lo logre, pero en su mayoría no lo harán, y nos bastará con un “lo intenté”, o “no me quedé con las ganas”, que en términos positivistas es una buena actitud, aunque sabemos que “de buenas intenciones, están llenos los panteones”.
Si bien hay que querer hacer las cosas, es tan importante como saberlas hacer. “Saber” viene de “Sap-pere” que traduce del latín “con inteligencia” o “con buen gusto”. El buen gusto derivaba de poder escoger el camino o el objeto que muchos otros desearían también, por ello es que se relaciona con tener “inteligencia”, esta palabra tiene dos raíces latinas, “inter” que significa “entre”, y “legere” que significa “escoger”, es decir, “escoger o seleccionar de entre algunas opciones”, alguien que puede hacer una pausa, para poder escoger un camino, se considera inteligente por definición. Howard Gardner en su libro “inteligencias múltiples” establece como “inteligencia” a aquella “capacidad del ser humano para resolver problemas”, y dada su definición, es importante entender que solo el hecho de “detenerme” a analizar y escoger una opción del tema que sea, me permite usar la inteligencia, me permite “saber” si me estoy acercando a lo que se “quiere” o no.
Por ello, si Querer es el primer paso, Saber es el segundo. “Osar” viene del latín vulgar “ausare” que viene del latín formal “audere” que traduce “atreverse con audacia”, es decir, no atreverse como en muchas ocasiones sin pensarlo o meditarlo, porque nos hemos autoconvencido de que “o es ahora o nunca”, lo cual es una falacia. Hay que desear, buscar, con todo mi entusiasmo algo, pero hacerlo con conocimiento de causa, es decir, estudiar el fenómeno deseado, entenderlo, saber sobre él para entonces, armar un plan y atreverme a actuar en consecuencia, atreverse con audacia, osar, es precisamente tener presente posibles alternativas en caso de una falla o error, alternativas que se convertirán en mis opciones a elegir, precisamente por esa inteligencia que me destaca y que yo mismo creé por mi deseo, mi querer, de lograr algo.
Si sigo estos pasos, entonces, las probabilidades de éxito aumentan, pero entonces, ¿por qué callar? “Callar” viene del latín “callare” que significa “bajar”, “disminuir”, se usaba, y hasta así lo hemos heredado, a bajar el volumen de la voz, pero en su locución “disminuir” podría relacionarse al ritmo o velocidad. Es decir, una vez lograda una etapa, seguro vendrá otra, es bueno en esa transición, “bajar” un poco el ritmo, por un lado para disfrutar de lo alcanzado, pero por otro, durante esa pausa, “mirar hacia atrás”, aprender de los errores cometidos, reflexionar sobre lo que consideramos aciertos y así, solo así, evitaremos la soberbia, luego entonces con mayor sabiduría emprender el siguiente paso. Por lo tanto, cualquier emprendimiento debe ir acompañado del ferviente deseo de “querer” hacerlo, estudia dicho emprendimiento para que puedas generar opciones o alternativas, sé audaz y atrévete a construir cada paso a seguir para que cuando llegues aun tengas fuerzas para la reflexión. Es cuánto.
Luis Lúcia
LUXIA – Capacitación y Consultoría.
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